Nací con el movimiento hippie a mediados de los años sesenta. Fuera de algunas desconcertantes sorpresas (gustarme leer, ver documentales, no jugar con otros niños del barrio, realizar experimentos eléctricos, etc.), parecía en líneas generales un individuo normal, hasta que al final de mi adolescencia vine a dar en la más extraña locura que puede cometer alguien en el Perú: estudiar Literatura.
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