Fujimori está en Santiago, Fujimori está en el Congreso

La oración Fujimori está en Santiago, que describe un hecho conocido por todos, se convirtió en el slogan de Santiago Fujimori, durante su campaña por obtener una curul, que finalmente consiguió. El fujimorismo logró un apreciable caudal de votos, no pocos consecuencia de la incompetencia de Toledo, así como del oportunismo de los partidos, que en lugar de mostrar una permanente y tajante condena de la dictadura, prefirieron hacerle guiños para tratar de conseguir unos votos más. No pudieron los partidos arrebatarle a AF un caudal de votos suficiente como para arrinconarlo por debajo del cuatro por ciento. Una vez en el Congreso, continuaron las concesiones: ahí está María Luisa Cuculiza sentada en la mesa directiva. No puedo imaginar otra razón que el afán de asegurar para el APRA la presidencia del Legislativo. Aunque probablemente quieren tener contentos a los fujimoristas y contar con sus votos para la aprobación de determinadas leyes. Los partidos no pusieron el empeño necesario en combatir democráticamente al fujimorismo y ahora tienen que tratar con él. Se ha dado, pues, la paradoja de tener en una posición directiva a una persona que representa y defiende a quien precisamente en 1992 despreció las formas democráticas y simplemente resolvió prescindir del Congreso.

No sé hasta dónde haya llegado el presunto trato, si éste ha existido. Pero lo que más me sorprendió fue ver, el día de la asunción de mando, a Santiago Fujimori en la comisión de recibo, dándole la bienvenida a Alan García. Parecía un chiste, un sketch de Carlos Álvarez. Pero no, era verdad. Ahí estaba el hermanísimo, que había llegado al Parlamento diciendo que el dictador estaba en él. Santiago aparecía, de esta manera, como una especie de extensión de Alberto Fujimori, que reía burlón desde Chile, con la carcajada del villano que cree invencible y que es capaz de instalarse entre aquellos que se habían propuesto combatirlo.